viernes, 12 de agosto de 2011

Velas y oraciones por los muertos del tsunami de Japón



Velas y oraciones por los muertos del tsunami de Japón


KESENNUMA, Japón (Reuters) -

Los niños de una localidad del noreste de Japón devastada por el tsunami encendieron 10.000 velas y tocaron ruidosamente tambores el viernes en la víspera del "obon", una ceremonia budista para honrar a los muertos, mientras los habitantes de este lugar luchan por rehacer sus vidas cinco meses después del desastre.

Kesennuma, una pintoresca localidad pesquera situada a unos 400 km al noreste de Tokio, fue devorada por las llamas tras el terremoto de magnitud 9 y el gran tsunami posterior del 11 de marzo.

El desastre dejó más de 20.400 muertos o desaparecidos en Japón, y desencadenó la peor crisis nuclear mundial en 25 años en Fukushima.

En Kesennuma, unos 1.000 habitantes del total de 73.500 residentes murieron y más de 400 están desaparecidos, dados por muertos.

Aunque la policía aún sigue buscando, algunos supervivientes que perdieron a sus seres queridos o han esperado su vuelta están tratando ahora de seguir adelante.

"La tristeza es la tristeza. Pero es una emoción a la que la población no debería aferrarse para siempre", dijo Kanji Hatakeyama, portavoz municipal que también perdió su casa por el tsunami, mientras contemplaba a los niños interpretar canciones tradicionales por encima del sonido de tambores japoneses en un festival veraniego.

En el último mes, las páginas de un periódico local estuvieron repletas de noticias de muertos y se llevaron a cabo muchos funerales por los desaparecidos, al tiempo que los habitantes trataban de poner fin emocionalmente a su dolor antes del obon de mediados de agosto, cuando las familias reciben a los espíritus de los muertos.

Obon se celebra cada año, pero los residentes dijeron que la cita de este año es diferente, ya que se da en un momento en el que Kesennuma afronta las pérdidas y trabaja en la reconstrucción.

La localidad ha trabajado para limpiar los montones de lodo y escombros que cubrieron la mayor parte de sus áreas costeras, en el pasado famosas por sus capturas de bonito y atún.


Buena parte se ha retirado ya, aunque aún quedan pilas de coches quemados y escombros, que acogen ahora cuervos y moscas.

Takehiko Sugawara, un portavoz de la municipalidad temporal, de 42 años, que perdió su trabajo en una industria pesquera destruida por el tsunami y que estaba ayudando a descontaminar la tierra que hay bajo los escombros, dijo que estaba demasiado ocupado para emocionarse.

"Es el momento del obon, pero no tenemos las cosas preparadas.

Tenemos tanto que hacer y no tengo un momento para sentirme triste", dijo Sugawara, añadiendo que sentía que no había podido honrar adecuadamente a sus padres, que fueron arrastrados por el tsunami.

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"Lo lamento por mis padres, pero tengo un niño y tengo que seguir adelante. Quiero decirles que por favor esperen un poco más. Estoy haciendo todo lo que puedo", añadió Sugawara, incapaz de contener las lágrimas cuando hablaba de su madre.

Casi 13.000 casas resultaron dañadas y hay aproximadamente unos 1.500 evacuados viviendo en campamentos improvisados a la espera de una vivienda temporal.

La ciudad estudia tener su plan de reconstrucción para finales de septiembre, aunque algunos residentes se quejaron de que estaba siendo demasiado lento.

"Llevo esperando cinco meses y los niveles de estrés y la tensión me han subido", dijo la viuda de 71 años Kuniko Ito, que estaba hablando con sus amigas en un refugio en el gimnasio de una escuela elemental situada en lo alto de una colina.

"(Trasladarme a una casa temporal) me ayudaría de algún modo a cerrar, pero también me sentiré sola cuando viva por mi cuenta", dijo Ito, añadiendo que espera que sus ancestros entiendan que tendrá que rezar desde el refugio en este obon.

Mientras los evacuados charlaban dentro, se celebraba en el patio del colegio un festival para animar en la reconstrucción y para recordar a los muertos.

Al anochecer, los voluntarios encendieron 10.000 velas, formando con ellas la palabra "oración" y el contorno de un barco con un trébol de cuatro hojas en la cubierta.

"Están alineadas de una forma muy bonita.

Estoy muy feliz", dijo Airi Ohara, de ocho años, que huyó del tsunami con sus compañeras de colegio.

Los habitantes dijeron que su localidad había tocado fondo, pero que su obligación era dar esperanza a las generaciones futuras.

"Pensé repetidamente en dejar la ciudad, pero sentí que sería como huir.

Haré todo lo que pueda y veré cómo van las cosas", dijo Sugawara.

/Por Yoko Kubota/



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